lunes, 31 de enero de 2011

Nosotros, que no conocemos la mar


Hoy deseo hablar de una canción que no está incluida en el CD "Nadie es más que nadie", pero que sí lo está en mi primer CD "Castilla, mi corazón espera". Se trata de "Nosotros, que no conocemos la mar". Es uno de los temas que más gustan de mi repertorio y hace unos días mi buen amigo, Pedro Pimentel, hijo a su vez de unos amigos, un chaval a quien le encanta editar vídeos y colgarlos en youtube, realizó un montaje sobre esta canción. Luego lo incluyo al pie de esta columna.

Fue una de las primeras canciones que compuse. Yo soy urbana. Nací en el centro de una capital de provincia como es Valladolid, que si bien no es una urbe cosmopolita al estilo de Madrid o Barcelona, te brinda una experiencia ciudadana que no tiene nada que ver con la problemática del mundo rural. ¿Por qué, entonces esa sensibilización hacia un mundo en el que yo no me desarrollé? Tal vez por mis experiencias infantiles. Mi padre, por su trabajo, se recorría toda Castilla y León y a veces, en vacaciones, le acompañábamos. Los paisajes en los que se empapan las pupilas de la infancia crecen contigo y te acompañan toda la vida. El campo, la tierra, la vinculación directa de la vida y el alimento con la gran madre, donde crecen el cereal, la vid y la huerta, donde se alimenta el ganado, la base, en definitiva.

Voy a confesar algo simpático. Comencé a escribir versos y canciones siendo apenas una adolescente. Fui una especie de "niña prodigio" que se quedó en la estacada, a lo mejor por excesivamente "prematura". La primera canción que compuse, la titulé "Campos de Castilla" y que conste que no había leído a Antonio Machado, sino que el título se me ocurrió a mí solita. Y tiene su lógica, lo más característico de Castilla son los campos. Que nadie me pregunte por aquella canción porque la he olvidado. Sé que hablaba de los paisajes castellanos a través de las cuatro estaciones del año. Ni que decir tiene que, un tiempo después, cuando descubrí los "Campos de Castilla" machadianos, casi me desmayo del sonrojo y di gracias porque nadie me había escuchado la cancioncita en cuestión, pues habría hecho el más espantoso ridículo, pensaba yo.

Con todo esto, adonde quiero ir a parar es que el tema de la España interior, criadora de mano de obra durante los años del desarrollo económico, esa España andariega, buscando caminos nuevos, exiliada de su pasado rural, de su terruño, de sus lares y tradiciones, siempre me tocó muy de cerca, tal vez porque yo misma tuve que trasladarme a Madrid con mi familia y abandonar mis rincones y mis raíces.

"Nosotros, que no conocemos la mar", está dedicada no sólo a los que nacieron en tierras de interior, sino muy especialmente a quienes nunca tuvieron la opción de otros horizontes, trabajando de sol a sol y en tiempos anteriores a los nuestros, donde la "tecnología" no eran sino las propias manos, la hoz, la cazoleta y el arado. Para ellos este pequeño homenaje.


Nosotros, que no conocemos la mar,
que no sentimos gaviotas en la sangre.
Nosotros, que no aprendimos a soñar
entre las crestas brillantes de la mar.
Nosotros, aprendimos a luchar,
a sufrir, a callar y a morir sin hablar.
Nosotros no tenemos alma de sal
ni nos llegaron las brisas de la mar...

Somos de tierra adentro, hijos del aire y el sol,
abrazan nuestros huesos ecos de vieja ilusión.
Duros sudores corren, para ganarnos el pan,
por nuestra piel marcada con la tragedia de Adán.

Nosotros, que vemos la vida crecer
entre unas manos que aún guardan esperanza.
Nosotros, que nunca perdimos la fe
en una tierra de yermos y aridez.
Nosotros, tenemos seca la piel
y la boca al cantar y los ojos también.
Nosotros, que entre los recuerdos de ayer
buscamos cada mañana renacer.

Somos de tierra adentro, hijos del aire y el sol,
abrazan nuestros huesos ecos de vieja ilusión.
Duros sudores corren, para ganarnos el pan,
por nuestra piel marcada con la tragedia de Adán.

Los ojos en un horizonte feraz,
do nadie nos habló nunca de la mar.

(Amparo García-Otero)


Próxima cita: Domingo 6 de febrero a las 19.00 h. en la Casa de Guadalajara en Madrid, Pza.de Santa Ana, 15-1º. Madrid



lunes, 10 de enero de 2011

Eres como la nieve



"Eres como la nieve" es una canción tradicional castellana según rezan los cancioneros que he consultado. ¿Pero de qué zona? Hablándolo con mi buen amigo el folklorista Pablo Zamarrón, llegamos a la conclusión de que es posible que esta bella composición proceda de la zona de la montaña, tal vez entre Palencia y Cantabria, tal vez lindando con León, pero como sucede con las canciones tradicionales que van y vienen, es muy difícil dilucidad con exactitud su procedencia. Precisamente lo hermoso de la música popular es que pertenece un poco a todos, como si el barro de los caminos, en vez de ensuciarla, enriqueciera sus contenidos.

"Eres como la nieve", en lo que a mí se refiere, tiene su historia. Entró a formar parte de mi cancionero particular allá en los años de mi infancia, en Valladolid, cuando solía frecuentar con mi familia los ensayos de la Coral Vallisoletana. Siempre tuve esta canción en mi mente con el sonido multicolor de las voces corales en la versión de Cristóbal Halffter, pero me gustaba cantarla en solitario. Posee una calidad poética y una música que la convierten en algo magnético, que es lo que sucede con las canciones que han traspasado el tamiz del tiempo.

Me decidí a grabarla en mi segundo CD "Pisa Despacio" y conté con la colaboración del desaparecido compositor Jorge de Ortúzar, argentino afincado en Segovia, quien añadió una introducción intentando reflejar el revoloteo de los copos de nieve. Desgraciadamente, Jorge falleció de forma repentina y Miguel Gálvez amplió la versión de Jorge, inspirada para piano y soprano. Cuando grabé "Nadie es más que nadie", recuperé esta canción con una versión ampliada en lo que se refiere a la instrumentación.

La nieve, ahora menos, tal vez debido al cambio climático, ha sido siempre una constante en nuestros paisajes invernales. Un manto blanco y acogedor que cubre el sueño de la tierra hasta que la primavera provoca el despertar y renacer de la naturaleza. Sin embargo, nosotros permanecemos despiertos y expectantes todo el tiempo, viendo caer los copos lentamente, acurrucándose unos sobre otros y dibujando esas imágenes tan nuestras, como la sierra cubierta de nieve, imágenes bellas para los sentidos y prácticas con vistas a la temporada en que el agua resulta imprescindible para renovar los acuíferos.

Entre las canciones de amor de estas tierras no podía estar ausente la nieve. Hoy, en este día de Enero en que las temperaturas son más altas de lo habitual, dejo aquí mi pequeño homenaje a este milagro vestido de blanco.

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