domingo, 30 de mayo de 2010

Una vida dedicada a la enseñanza


Vista aérea de "El Guijar de Valdevacas", en la provincia de Segovia.


La figura del maestro fue esencial durante los años de las posguerra, tiempos duros en los que el medio rural sobrevivía a base de trabajos y sacrificios sin número. Fue precisamente durante este periodo cuando Doña Milagros del Barrio ejerció su magisterio (1946-1971) en El Guijar de Valdevacas.

El Guijar es uno de esos pueblos que salpican la provincia de Segovia prácticamente habitados por personas ya mayores que vieron cómo sus retoños tenían que emigrar a zonas más prósperas donde buscarse la vida, puesto que la supervivencia en el medio rural ha dado un giro de 360 grados durante las cinco últimas décadas. Ayer precisamente estaba a rebosar de gente: los antiguos alumnos de Doña Milagros del Barrio, con sus familias, que desearon rendir un sentido homenaje a una persona que dedicó su vida a la formación de los más pequeños y a posibilitarlos en el acceso al conocimiento y en muchos casos a los estudios superiores, algo que habría resultado imposible sin la presencia en el pueblo de esta mujer entrañable y generosa, "la maestra", en el sentido esencial de la palabra.

Me pidieron que colaborara. Por supuesto, era un orgullo para mí poder intervenir en un acto tan entrañable en el que la música suele ser un buen medio de "rematar". Canté algunas de mis canciones, especialmente las que incluyera en su momento en mi primer CD "Castilla, mi corazón espera". Siempre canto con un sentimiento especial hacia estos lugares aquella titulada "Nosotros, que no conocemos la mar", dedicada precisamente a todos esos hombres y mujeres del pasado que, por su vinculación a las labores y quehaceres de la tierra, conocieron únicamente sus propios horizontes y poco más:

Nosotros, que no conocemos la mar,

que no sentimos gaviotas en la sangre,

nosotros, que no aprendimos a soñar

sobre las crestas brillantes de la mar,

nosotros, aprendimos a soñar, a sufrir y a callar,

nosotros, que no tenemos alma de sal

ni nos llegaron las brisas de la mar.

Somos de tierra adentro, hijos del aire y del sol,

abrazan nuestros huesos ecos de vieja emoción,

duros sudores corren para ganarnos el pan

por nuestra piel, marcada con la tragedia de Adán.

Nosotros, que vemos la vida crecer

entre unas manos aún guardan esperanza,

nosotros, que nunca perdimos la fe

en una tierra de yermos y aridez,

nosotros, tenemos seca la piel

y la boca al cantar y los ojos también,

nosotros, que entre los recuerdos de ayer

buscamos cada mañana, renacer.

Somos de tierra adentro, hijos del aire y del sol,

abrazan nuestros huesos ecos de vieja emoción,

duros sudores corren para ganarnos el pan

por nuestra piel, marcada con la tragedia de Adán.

Los ojos en un horizonte final

do nadie nos habló nunca

de la mar.


Próxima cita: Sarnago (Soria), día 6 de Junio a las 16,00 h. "Arte al aire libre".

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